La esencia de la retroalimentación va más allá de una simple transacción de información. Se trata de la conexión humana que se establece en el proceso. Recuerdo una ocasión en la que un colaborador, con voz entrecortada, confesó su nerviosismo al compartirme que le sudaban las manos durante nuestra reunión virtual de retroalimentación anual. En ese momento, decidí actuar con empatía y comprensión. Le sugerí apagar su cámara para que se sintiera más cómodo e inicié una conversación distendida, abordando temas como el clima, la familia y otros intereses personales. Esta pequeña muestra de atención transformó por completo el ambiente y, eventualmente, el colaborador encendió nuevamente su cámara.

Fue entonces cuando aproveché la oportunidad para explicarle la verdadera naturaleza de la retroalimentación. Le hice entender que no se trataba de un juicio, sino de un proceso constructivo diseñado para impulsar su crecimiento y desarrollo.

Esta experiencia resalta un punto crucial: el contacto humano es esencial en el arte de la retroalimentación. Dependiendo de la cultura de cada organización, la retroalimentación puede ocurrir en intervalos trimestrales, semestrales o anuales. Sin embargo, más allá de la periodicidad, lo que realmente importa es la calidad y la sensibilidad con la que se entrega.

Como seres humanos, es normal sentir nervios antes de recibir retroalimentación. Pero como líderes, debemos comprender que la retroalimentación efectiva se basa en valores y consideración hacia la otra persona. Es un acto de cuidado y apoyo, destinado a crear un entorno propicio para el crecimiento individual y colectivo.

En mi experiencia, he identificado algunos puntos clave que deben considerarse al brindar retroalimentación:

• Oportunidad: La retroalimentación debe entregarse en el momento adecuado, de manera que sea relevante y útil para el receptor.
• Constructiva: Debe centrarse en el crecimiento y desarrollo, ofreciendo sugerencias y soluciones para mejorar el desempeño.
• Balanceada: Debe destacar tanto los aspectos positivos como las áreas de mejora, manteniendo un equilibrio para no desmotivar al receptor.
• Sensibilidad: Es esencial ser conscientes del impacto que puede tener la retroalimentación en la otra persona y comunicarla de manera delicada y respetuosa.
• Escucha activa: Al proporcionar retroalimentación, es crucial estar dispuesto a escuchar las respuestas y reacciones del receptor, mostrando interés genuino en su perspectiva.
• Empatía: Ponerse en el lugar del receptor y comprender sus emociones y circunstancias es esencial para ofrecer retroalimentación efectiva.

Ahora bien, mientras la Inteligencia Artificial (IA) continúa desempeñando un papel cada vez más relevante en el ámbito laboral, surge la pregunta inevitable: ¿podrá la retroalimentación laboral ser alguna vez llevada a cabo por un asistente virtual? Es un interrogante que nos invita a reflexionar sobre el verdadero alcance de la tecnología y el valor irremplazable del contacto humano en la evolución del mundo laboral.

¿Qué piensa usted, querido lector? ¿Puede una máquina realmente comprender y responder a las complejidades emocionales y contextuales involucradas en la retroalimentación? El futuro nos desafía a considerar estas cuestiones mientras continuamos navegando por las aguas cambiantes del entorno laboral moderno.

Magda María Pabón Burgos
Ingeniera Mecánica
Project Manager ® Profesional en Dirección de Proyectos
Especialista Gerencia de proyectos
Magister en Emprendimiento e Innovación